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Charley Crockett - Music City USA

 

La portada del álbum que estás viendo podría llevarte a la conclusión de que Charley Crockett está en una buena racha. No se equivocaría. Diez discos en seis años es algo prolífico. El último, un doble LP, sugiere que el artista tiene algunas canciones a las que merece la pena prestar atención. Está claro que ha invertido tanto tiempo en el estudio, grabando canciones que cuentan historias y grabando vídeos que las cuentan, como recorriendo Estados Unidos y Europa tocando en directo.

 

No está mal para alguien de treinta y siete años.

 

Charley Crockett ha sido un artista bastante notable de seguir. Tiene un sonido. Tiene algo que decir. Tiene una mirada. Y le rodea un velo de misterio que sugiere que sabe más de lo que dice.

 

Todos esos discos en tan poco tiempo han venido con la garantía de "No hay dos iguales", sobre todo los tres últimos lanzamientos: el oscuramente clarividente Welcome to Hard Times; el country-roots semiautobiográfico y duro de The Valley; y 10 for Slim, su homenaje a las canciones del oscuro y totalmente auténtico maestro del honky-tonk tejano James Hand.

 

Y aún así, a pesar de su afición por los broches de perlas y los sombreros del oeste, Charley Crockett ha conseguido eludir ser encasillado. Llámenle neo country-western si quieren. Es cierto que pocos contemporáneos se presentan como parte de un linaje que se remonta a Hank Williams y George Jones como lo hace Charley, y aún menos pueden hacerlo de forma convincente.

 

Llámale bluesman, si lo prefieres. Una de las primeras canciones grabadas por Charley, "Trinity River", sobre ese "río sucio" del norte de Texas, es el perfecto colofón a "Trinity River Blues", el primer 78 publicado por el gigante de la guitarra de blues de Oak Cliff, T-Bone Walker, hace 92 años. Charley sabe de dónde viene la música genuina y no duda en explotar cada veta que desentierra.

 

Su voz es única. Su inconfundible voz quejumbrosa se quiebra sin reparos con la emoción, y frasea sus líneas en torno al ritmo como un cantante de jazz, mientras expone sus relaciones personales y el mundo más allá.

 

¿Quién es Charley Crockett?

 

¿De cuál estás hablando?

 

¿El Lil' G.L.'s Blue Bonanza Charley, o el Lil' G.L.'s Honky Tonk Jubilee Charley? ¿O el homérico "Jamestown Ferry" Charley? ¿Es ese nuevo artista que adornó el escenario del Grand Ole Opry el mismo que actuó en el Newport Folk Festival?

 

Mejor llamar a Charley su propio hombre.

 

Por mucho que uno se esfuerce en describir una figura tan enigmática y su música igualmente enigmática, es bastante obvio que Charley trasciende los estereotipos. Independientemente de lo que creas que es o no es, te hará cambiar de opinión con su próxima canción. Eso forma parte de la diversión de viajar con Charley Crockett. Sabes que es un conductor experto que conoce todas las carreteras. Sólo que no sabes exactamente cuál va a tomar, ni adónde te va a llevar, sólo que el viaje será placentero. 

 

Ahora llega el décimo álbum de Charley en sus seis años de carrera. Siguiendo la tradición de Crockett, es tan ambicioso e innovador como todos los discos que ha publicado hasta ahora. Y no es sólo un álbum. Es un doble LP de canciones originales de Charley Crockett, cada una de las cuales va más allá para definir aún más a este cantautor-intérprete-artista que surgió de la proverbial nada.

 

En el caso de Charley Crockett, ningún lugar sería San Benito, la comunidad agrícola mayoritariamente hispana del Valle del Río Grande, en el extremo sur de Texas, su lugar de nacimiento. Creció pobre en una caravana rodeada de cañaverales y plantaciones de cítricos, criado por una madre soltera. Afortunadamente para él, la música estaba presente en el aire húmedo y denso del Golfo, porque el Valle tiene una gran vena musical. En San Benito hay un museo que rinde homenaje al padre del acordeón de conjunto, Narciso Martínez. La imagen de la superestrella del Tex-Mex y héroe local Freddy Fender (Baldemar Huerta) adorna la torre de agua municipal. Cerca de Los Fresnos nació Simón Vega, que sirvió en el ejército con Elvis Presley y construyó el santuario de Little Graceland en homenaje a su compañero.

 

Aquel valle era una placa de Petri perfecta para un niño con los ojos muy abiertos y buenos oídos. Podía ser quien quisiera en esta remota parte del mundo. Cuando su familia se trasladó a Dallas, la vida en la ciudad no fue tan amable con el niño que parecía y hablaba diferente. Aquí fue donde aprendió por las malas lo empobrecida que era realmente su familia. Su vía de escape fue irse a vivir con su tío a Nueva Orleans, donde de adolescente desarrolló habilidades para el estilo libre y el rap, y empezó a actuar en la calle. Una vez que se independizó, empezó a trabajar en las calles de Nueva York.

 

Sobrevivió a duras penas, llevando una vida transitoria, cogiendo lo que necesitaba, cuando lo necesitaba, y esperando que no le pillaran. Vendía hierba para sobrevivir, y llegó a trabajar en la cosecha de los campos clandestinos de marihuana del noroeste. Dos veces fue condenado por un delito grave. La música le proporcionó una salida.

 

A los treinta y dos se puso serio. Incluso entonces, eligió el camino más difícil, publicando sus discos en sellos independientes e inventando y reinventando su personalidad con vídeos musicales cuidadosamente elaborados y bien producidos. Puede que aún no haya llegado a los diez primeros puestos, pero se ha ganado un buen número de fans por sí solo, haciendo giras sin descanso, invirtiendo mucho tiempo y dinero en vídeos que acumulan cerca de 50 millones de visitas en Internet.

 

Charley ha soportado el hundimiento de la industria discográfica, la falta de dinero, la pequeña delincuencia, el hastío social, la pandemia del virus Covid-19, una operación a corazón abierto, aventuras de una noche, viajes de larga distancia en furgoneta, ruidosas paradas de camiones y comedores que sirven café rancio y tibio para llegar a donde está ahora.

 

Su recompensa -y la tuya- es esta colección de originales de Charley Crockett.

 

Tristes, edificantes, duras y dulces, complejas y delicadas a la vez, sus canciones son como la vida misma, igual que su creador: como nada que hayas oído o visto antes, un auténtico original de Texas.

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